La Catedral de Palermo (Virgen de la Asunción), surge en la más antigua área sagrada de la ciudad, donde ya Fenicios, Romanos, Byzantinos y Arabes habían levantado sus lugares de culto. Los Normandos, llegados al poder, se preocuparon enseguida de reemplazar la mezquita musulmana con una iglesia cristiana. En 1184 el arzobispo de Palermo, Gualtiero Offamilio, mandó demoler el edificio y ordenó que se empezara la construcción de una estupenda catedral, símbolo del poder religioso en la ciudad. Apenas después de un año, la iglesia fue consagrada y titulada a la Virgen de la Asunción.
En los siglos sucesivos añadiduras y restauraciones modificaron el edificio original.
La mezcla armoniosamente incongrua de estilos de vida a un conjunto grandioso y en definitiva no desagradable. La fachada, flanqueada por altas torres con ajimeces y pequeñas columnas, está unida por dos arcades ojivales al campanario situado al otro lado de la calle. En ella se abre un grande portal del siglo XIV con marcos de bronce. El largo lado derecho está adornado con un escenográfico pórtico de estilo gótico-catalano del siglo XV, bajo el cual se abre un hermoso portal también del siglo XV.
En fin, particularmente bella y sugestiva, la zona de los ábsides, la única que ha conservado las formas originales del siglo XII.
Su interior, amplio y blanco, resulta frío comparado con el exterior. A lo largo de las paredes están alineadas estatuas de mármol de Gagini que figuran santos. En las dos primeras capillas de la nave derecha están las tumbas reales e imperiales. Entre otros allì descansan Roger II, Enrique VI de Suabia, Constancia de Altavilla y Federico II de Suabia, todos en monumentales sarcófagos de pórfido. En la tumba de familia se encuentran pues el fundador del reino normando de Sicilia, su destruitor, la invulontaria causa de su fin y su último beneficiario. Entre las muchas capillas señalamos la capilla de Santa Rosalía, donde en un urna de plata de 1631 se custodian las cenizas de la Santa Patrona de Palermo.
Notable en fin el Tesoro, que comprende objetos preciosos y bordados hallados en las tumbas reales e imperiales (en particular la tiara de oro Constancia de Aragona), paramentos sagrados, cálices y custodias.
Sicilia – La isla infinita.